martes, 8 de noviembre de 2016

FÚTBOL “NA LAMA DO PELADO”

Por Xosé Manuel Fernández Sobrino

Estábamos en el patio de la casa de los abuelos varios niños y hasta alguna que otra niña. No sabíamos muy bien que ruta tomar. Ya era media tarde, es decir, que en el pueblo no se hablaba de horas porque nadie parecía tener reloj, y menos nosotros. Hacía bastante calor.
Sería por eso por lo que apareció de pronto mi primo Paco, colorado y sudoroso, después de venir corriendo con la noticia “mañán hai fútbol na Lama do Pelado. Xogamos contra Videferre. Están varios mozos facendo as porterías na carpintería do meu pai”.  Nada había que añadir. Era como el punto de partida para que varios del grupo saliéramos disparados hacía la carpintería de los tíos a comprobar tan interesante nueva.
Era sábado. Es decir, el acontecimiento iba a tener lugar el domingo. Por eso ultimaban los  preparativos. Todavía pudimos ver como varios mozos salían con los cuatro postes y los dos largueros, martillos, puntas y herramientas para escarbar. Todo dispuesto para acondicionar el terreno de juego. Sólo hubo que seguirles.
“A lama do Pelado” estaba delante de la Capilla de San Salvador, camino de Flariz. No  lejos de Medeiros. Llegamos enseguida. Aquel amplio prado estaba atravesado por un camino, pero eso era lo de menos. Nadie iba a ponerle pegas al rectángulo de juego. Calculando a ojo, se dispusieron a fijar las porterías “de paus de amieiro – aclaraba Paco- que atoparon xunto o  regato de Soutobaía”, una frente a otra en los límites del campo. Tardaron un buen rato. Cuando las vieron colocadas, debidamente clavadas y seguras, las miraban con la satisfacción de una obra bien hecha. Pero, tímidamente, me atreví a comentar "pero esta portería tiene el larguero más corto que la otra”. Como hubo un silencio, temí que alguien iba a decirme algo molesto, pero enseguida mi primo Pepe, o fillo do carteiro que tenía así como diez años más que yo, me aclaró “si , porque non atoparon amieiros  iguais Ún  é algo máis corto, pero o fin de contas é o mesmo, porque como no segundo tempo cámbiase de campo, os que defenderon a portería mais grande, logo teñen a pequena”. Bueno, pues bien mirado, tenía razón. Por eso no iban a poner problemas.
Estaban dispuestos a marcar por lo menos las líneas limite del campo: "cumpría un pouco de cal é unha brocha, pero non temos, de modo que imos facer un rego cun sacho polo campo adiante e xa nos guiamos por ela”. Dispuesto a poner pegas, se me ocurrió decir “pero no hay áreas y no se sabe cuando es penalti”, pero enseguida, un poco molestos, me aclaró el mismo Pepe,  “si o árbitro pita falta, cóntase si hai once pasos dende a mitade da portería, é si os hai, é penalti”. Todo aclarado.
Foto: Bruno Medeiros
Volvíamos al pueblo. De pronto, empezaron a tocar as campás da igrexa. No había error, al día siguiente era domingo.
        Ese día, cuando nos vimos todos a la entrada de la Iglesia para asistir a misa, no se hablaba de otra cosa, el  partido de la tarde Medeiros-Videferre y de la alineación del equipo de casa. Claro que el primo Paco, hablando bajito para no molestar, comentó “¿sabedes unha cousa?, que onte dixeron que Manolo do Ferreiro e o Pepe do Cornetín foran ises días a Chaves a comprar unhas camisetas e seica non as atoparon. Viñeron sin elas, e agora van facer o parvo, porque parece que os de Videferre estrean unas camisetas que eran do Celta de Vigo, e os nosos, nada, non teñen”.  ¡Vaya por Dios!, pensé yo, y añadí ¿Y entonces que se van a poner para jugar? Y Paco, siempre bien informado y sonriente,  dijo “pois cada un ó que poida”.
Las sospechas de mi primo se confirmaron al saltar al terreno de juego  los protagonistas. Los de Vidiferre hasta tenían pantalones cortos, y en las camisetas, de color dorado y con cuello, como si fueran para salir a la calle, se veía una C en la parte derecha y una V en la izquierda. Era la confirmación  de “Celta de Vigo”. Claro que, como dijo  Antonio, “¿e non será Club Videferre?”. “Pois é verdade, tamen pode ser eso”, comentó alguien.
Lo que si ocurría es que el calzado de las dos partes dejaba mucho que desear. Estaba lejos de parecerse a las botas de fútbol. Zapatones, zapatos viejos, zapatillas, hasta botas de pescar o de “cavar na horta”  o algo parecido. Los zapatos de vestir no estaban para estos menesteres.  Y no digamos la ropa de los de Medeiros. Cada uno a su manera, con lo que le pareció más adecuado. Ninguno con pantalón corto. Con sorna alguien comentó “o mellor teñen as pernas roñosas, están sin lavar”. Y también hubo quien puntualizó “Pois bén, tamén queda claro que non confunden, os das camisetas son de Videferre, e os outros, os de Medeiros”. Corrían, movían  piernas y pies para encontrar el balón, pero no siempre daban precisamente con él.  Les quedaba atrás. Abundaban las patadas al aire. Pensé que a alguno le iban a hacer daño, le iban atizar un “canillazo”. No. Hubo suerte. Sin lesionados acabó la historia.
Tocaba el silbato un señor algo mayor, que parece que sabía de eso porque movía mucho los brazos al pitar y comentaba muy serio las decisiones que tomaba. Mandaba. Decían que era de Flaríz, o sea, neutral. Pero el partido no tuvo emoción, porque en un momento, y eso que los nuestros defendían la portería pequeña, ya los de Videferre hicieron cinco goles, por ninguno de los de casa.  Y en el segundo tiempo, en la portería grande, ya perdimos la cuenta de los que nos metieron. Sería por eso por lo que, poco a poco, la gente se fue marchando decepcionada,  y al final, sólo quedamos unos pocos, los recalcitrantes.
La conclusión la obtuvo mi primo Paco. “Non se pode xogar cun porteiro tan malo coma o Benito da Asunción. Cando sexa grande, eu vou ser o porteiro do equipo de Medeiros”. Años más tarde lo consiguió. Y con éxito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario