sábado, 21 de enero de 2017

OTRA CARTA DE MAMÁ


Por Xose Manuel Fernández Sobrino

Manolito, teño unha carta para ti” me dijo el tío Domingos, o carteiro de Medeiros. Antonio y yo regresábamos, camino de casa,  "traendo a facenda". Él  nos adelantó porque su caballería era mucho más rápida que nuestras cabras. Volvía de Villaza, a donde iba cada día a recoger el correo que iba destinado a San Cristóbal, Flariz, Salgueira, Madalena… y por supuesto, Medeiros.  Una buena cantidad de correspondencia que tendría luego que repartir.

Foto:Archivo familiar
       De vez en cuando,  para variar, me pasaba por la casa do tío carteiro. Esperaba muchas veces carta de mi madre e iba a preguntar. Pero esta vez iba a tiro fijo. Nada más dejar a facenda na corte, salí disparado a casa del tío. Estaba clasificando el correo para, por la tarde, salir a hacer la ruta. Me dio la esperada carta y allí mismo, en la escalera de piedra de la casa, me senté a leer.

Estar lejos de mis padres y mi hermano me producía una sensación rara. A veces me ponía triste sin saber muy bien por qué. Las cartas de mamá me acercaban a mi casa. Daba gusto leerlas. Disfrutaba. Sólo que al terminar, sentía tristeza; era como si volviera a salir de casa, dejándolos a ellos allí. A mis padres, a mi hermano y  al tío Jacinto.

Mamá escribía muy bien, papá era distinto. Mamá había estudiado de niña entre los años diez y los veinte en  Las Carmelitas, pero papá sólo sabía, cuando se casó, lo poco que aprendió en la escuela de Medeiros con el tio Maestro;  aquel que se asomaba tantas veces a su ventana que daba a nuestro patio de la casa de los abuelos. Por eso papá tuvo que aprender muchas cosas cuando ya estaba casado.

Mamá tuvo en aquellos años 30 que tomar una decisión difícil. Había conocido a mi padre porque vino a trabajar a la tienda de su cuñado, casado con una hermana de mi madre. Tenían dos hijos, uno sordomudo. Mi madre, huérfana desde los ocho años,  vivía con su hermana y estaba siempre con los niños. La querían con locura. La madre de los chavales,  mi tía Josefa, tenía mala salud. Estaba casada con Juan, un tendero muy famoso, conocido por el Medallas, hombre muy religioso y que llevaba siempre muchas medallas al cuello. 
Foto: Archivo familiar
Sucedió que Josefa, la hermana de mi madre, fue empeorando y acabó por morir.  Pasado algún tiempo, todo hacía suponer que Juan iba a volver a casarse, para encontrar quien cuidara a los niños y todos pensaban que sería con Serafina, la que sería mi madre. Pero muy en secreto para que no lo descubriera Juan. La realidad era que Manolo, el muchacho de Medeiros, y Serafina se querían. 
En vista de la presión que hacía Juan, decidieron descubrir sus sentimientos y se casaron rápidamente. Apoyados por la familia Tabarés,castellanos de Valladolid, como mi madre, y almacenistas de alimentación, establecidos enfrente de la gran tienda, pusieron un comercio propio frente a la Iglesia de Puente Canedo. Enseguida, tras cerrar Juan la suya, la gente de Puente Canedo se empeñó en llamar “la tienda del Medallas” a la de mis padres. O sea,  que yo acabé siendo el hijo mayor del  Medallas. 
A medida que crecía en importancia su negocio, mi padre necesitaba mejorar sus conocimientos y aprovechaba para estudiar y, desde luego, utilizar los cuadernos que vendían en la tienda para que niños y personas mayores sin estudios mejoraran su escritura. Y yo mismo veía muchas veces a mi padre haciendo “caligrafía” en  tales cuadernos como si fuera un niño. El joven muchacho de Medeiros llegó a escribir muy bien. 

Pero, ya digo,  daba gusto leer lo que escribía mi madre. En esta ocasión, en  la carta que me acababa de dar o carteiro,  me decía que estaban todos bien. Mi hermano muy mejorado gracias a las inyecciones que todos los días le ponía el tío Jacinto, algo que había aprendido a hacer  en Cuba.Y añadía que, seguramente unas semanas después, vendría mi padre a buscarme, porque iba a empezar el colegio en el mes de octubre y quería que fuera para Ourense unas semanas  antes. 

Aquello me producía una impresión rara. Por una parte era como si lamentara  dejar Medeiros y por otra me alegraba porque volvía a casa. Claro que también se quejaba mi madre  que yo nunca le escribía, que lo hiciera por lo menos una vez antes de volver. ¡Ah! Y me hacia un encargo. “El día 26 de este mes de agosto es Santa Rosa de Lima, es el santo de la abuela, tienes que felicitarla”. Mi padre no se acordaba nunca de esas cosas, pero mi madre siempre que sabía  del santo de alguno, hacía un regalo. Lo pensé. Tenía dos o tres pesetas guardadas. Tenía que comprarle un regalo. No se para qué llegaría aquel dinero. 
Pregunté al  tío Domingos  en que día estábamos.  Vaya, ¡precisamente era 26!. De modo que  Antonio y yo salimos disparados a la tienda del tío Julio. 
Foto:galletascoral.com
Lo más inmediato, preguntar por Elena, que seguro sabía mejor que nosotros como podía mejorar mi doble idea: un regalo para la abuela y una carta para escribir a mi madre.  Tuvimos  la gran suerte que Elena estaba sentada en un banco de piedra que había a la puerta.  Aquella niña estaba muy preparada. “Eu penso que podíades comprar unhas galletas que á avoa hanlle de gustar, e o meu pai vende cartas para a xente, para que escriban, así que podedes levar unha”.

Así como a Elena no le había extrañado mi encargo, la tía Octavia y el tío Julio se quedaron como sorprendidos por el detalle. Le dieron vueltas Elena y su madre a las galletas y acabaron por meter en un cartucho -aquellas  bolsa de papel oscuro de las tiendas-  unas redondas de "María” y otras alargadas -que le gustaban más a Elena-  y que yo por supuesto conocía que estaban  “rellenas de coco”,  las llamadas “Boer coco”. Los tíos estaban tan felices con  el detalle, que nos regalaron todo. Volví  con las tres pesetas. 

Salimos encantados. Nada más llegar fuimos hacia a lareira a felicitar a avoa. Antonio, que tenía solución para todo, resolvió lo de escribir la carta, “pedímoslle prestado un tinteiro é una pluma o tío Maestro, que de seguro que ó ten”. Todo resuelto. En Medeiros siempre había solución para cualquier situación. Se lo contaría todo a mamá....

1 comentario:

  1. Muy bonito todo lo que cuentas y con cariño. Que tiempos verdad Sobrino? abrazos

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